Hace unos días, cuatro o cinco, que ella comenzó a intentar agarrar cosas. A veces, de casualidad, moviendo una mano logra que por unos segundos un trapo quede entre sus dedos y lo mueve orgullosa, diciendo “miren de lo que soy capaz”. Y nosotros la miramos extasiados hasta que, claro, se le cae. No importa. Vuelve a intentarlo siempre y cada vez con mayor éxito.
También aprendió que puede golpear las cosas. Entonces, los colgantes coloridos y llenos de macaquitos que hay por doquier en el apartamento adquieren otro sentido. Ya no son los que invariablemente cabeceo y puteo, mientras esquivo el gimnasio y la cuna intentando desplazarme...
No, ahora la alzo y la acerco a ellos. Y ella entra en una excitación incontrolable hasta que consigue golpearlos. Es como si fueran un puching ball, pensé. Y entonces comencé a estimularla con nombres que harían que su padre destrozara el móvil hasta hacerlo desaparecer. Ella parece inmune a esos sentimientos ajenos. Se concentra en intentar agarrar el móvil y cuando lo logra, busca “besarlo”. De ahí deduzco que es indiferente a los nombres con los que intento animarla. Yo no haría eso con esas personas.
lunes, 21 de abril de 2008
jueves, 10 de abril de 2008
Cuestión de gustos...
La sacamos a pasear en el auto nuevo.
Obviamente hicimos rambla.
Ella ni se enteró de que en uno de los lados estaba el mar.
Le gustaron más los edificios.
Obviamente hicimos rambla.
Ella ni se enteró de que en uno de los lados estaba el mar.
Le gustaron más los edificios.
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